La música: ¿carrera o hobby?

15 de Octubre, 2023.

Por: Alex Diáloga

Y tú... ¿A que te dedicas?

Soy músico.

No bueno, eso me imagino que es tu hobby, pero ¿a que te dedicas para vivir?

Soy músico. Dedico mi vida al arte de la música. Conjugo sonidos y silencios para producir obras que resulten placenteras al oído. Las compongo y las interpreto. También las grabo y las distribuyo en medios de reproducción como discos, cassettes y descargas digitales o servicios de streaming. Después de una ardua preparación, convoco a un público en algún foro donde espero disfruten la interpretación de dichas composiciones. También realizo pláticas y clínicas de productos que encuentro útiles para mi profesión y que debido a mi preparación e interés, algunas marcas encuentran en mi un candidato viable para hablar de sus diseños. Comparto mis conocimientos y experiencia musical en libros y artículos que he escrito o videos que he producido. También imparto clases, talleres y cursos. De esto entre otras cosas se trata mi profesión.

¡Ah! Bueno... Entonces eres maestro.

No. Soy músico. Mi profesión es la música. Soy docente como una de las consecuencias y posibilidades entre muchas otras que me da mi carrera como músico.

Pero... ¿No te mueres de hambre? ¿A poco deja la carrera de músico?

Sí. Te he de confesar que morí de hambre desde hace muchos años. Con quién tú estas hablando en este momento es el residuo espiritual, si es que existe tal cosa, de mi presencia física que por alguna absurda razón pretende convencerte de que soy músico.

¡Ay! ¡No seas mamón!

¿Yo soy el mamón?... Vale.

A quienes en alguna ocasión han tratado de minimizar los esfuerzos de algún músico les digo: nunca sabes quien pueda ser el autor de tu próxima canción favorita.
— Alex Diáloga

Esta plática, aunque parezca insólita, la tuve en innumerables ocasiones cuando era joven. Hoy en día y a mis cincuenta y un años parece ser que ya mucha gente se ha acostumbrado a la idea o simplemente se ha resignado de que de hecho, soy músico de profesión. Lo que se me hace triste de la anécdota es que estamos acostumbrados a que como sociedad, cuestionamos demasiado las aspiraciones de la juventud... Y no solamente cuando se pretende ser músico. Casi cualquier aspiración juvenil la desechamos porque quienes hemos "vivido", sabemos que las cosas no son fáciles.

Pero regresando a la música, solo basta con asomarse a un café o a un gimnasio para ver la cantidad de personas a quienes les cuelgan de sus oídos unos audífonos que responden al código de una lista de reproducción musical, o poner atención cuando se está atorado en el tráfico para escuchar la cantidad de vehículos que emiten alguna canción a través de sus altoparlantes.

Cuando recorremos algún andador gastronómico o paseamos por los pubs o bares de alguna ciudad, escuchamos en todos y cada uno de ellos, un fondo musical que ayuda a proporcionar la ambientación deseada de su concepto, y por supuesto aquellos que encuentran en la interpretación en vivo de dichos temas musicales, el atractivo de su propuesta comercial. Innumerable cantidad de marcas comerciales han encontrado el eslabón para identificar su producto con la demografía de su clientela a través de la música. Me viene a la mente por poner un ejemplo, el anuncio de Michael Jackson para la marca de refrescos Pepsi, por allá de los años ochentas. "You are the Pepsi generation!" decía la adaptación de la canción Billie Jean al eslogan de la marca. O escenas inolvidables de películas donde la intensidad de la trama es llevada a la máxima expectativa o descripción gracias a la música incidental o al soundtrack. Aquí, por poner otro ejemplo, se me viene a la mente uno de mis soundtracks favoritos: El Último De Los Mohicanos. Ver esas escenografías naturales, imponentes y de una belleza extraordinaria acompañadas de esa música épica me produce hasta la fecha una sincera emoción. Generaciones marcadas y definidas por revoluciones musicales. Culturas completas asociadas por los sonidos que emanan de los ecos de su pasado, evolucionando a través del tiempo y el de todos sus compositores. Toda persona que he conocido tiene un género musical favorito, una agrupación favorita, pero todavía más común, una canción favorita. Me falta por conocer a alguien que me diga que no le gusta la música. Probablemente la hay, no quiero afirmar lo contrario, pero a esa persona yo aún no la he conocido. Y eso, cómo simple observación, ya dice mucho. (Navidad 1974 y ya con una guitarra en la mano).

Cuando somos jóvenes, la música nos ayuda a crecer, a desarrollar nuestra personalidad y a encontrar nuestra identidad. Era tan normal en el colegio ver a mis compañeras y compañeros con la playera de su agrupación favorita, emulando la moda y los peinados, sin importar el género musical. Todos encontrábamos en aquellas agrupaciones del momento algo que nos ayudaba a identificarnos y a procesar la dura tarea de crecer. Y hasta el día de hoy no encuentro mucha diferencia. Aún así, quienes nos dedicamos a esta noble e importante expresión artística, encontramos escepticismo, incredulidad y en ocasiones hasta indiferencia al llamar nuestra vocación una profesión también.

A quienes en alguna ocasión han tratado de minimizar los esfuerzos de algún músico les digo: nunca sabes quien pueda ser el autor de tu próxima canción favorita. Nunca sabes cual será la canción que escuches en el fondo de una experiencia inolvidable y después te transporte a ese preciso momento, en el cual sentías que no querías estar en ningún otro lugar o con ninguna otra persona. En algún momento de debilidad en tu vida habrá una canción que te inspire a sacar las fuerzas necesarias para conquistar tus próximos retos. Encontrarás una canción que te acompañe en esa carretera solitaria apaciguando tu soledad y haciéndote reflexionar en aquél problema que no te permite estar del todo tranquilo y te ayudará quizás a encontrar la mejor solución. La música es sin lugar a dudas el lenguaje de las emociones y mediante ese lenguaje, habrán varias veces en las que contemples tu propio reflejo emocional de alguna manera.

La música no crece de ningún árbol. No brota de algún manantial musical o se manifiesta bajo el conjuro de los deseos de la sociedad (más adelante, en otra entrada, hablaré de la música creada por la Inteligencia Artificial). La música que se consume de manera regular es el resultado de un durísimo trabajo en donde se conjugan muchísimos factores: creatividad, disciplina, inversión económica, dedicación, tiempo de extenuante repetición y búsqueda obsesiva para interpretarlo bien, por mencionar solo algunos. Yo siempre he tenido la necesidad de mostrar un merecido respeto a todo músico que ha decidido dedicar su vida a la búsqueda honesta e incesante de esa canción que quizás pueda convertirse algún día en una inevitable inspiración o por supuesto, ese momento inolvidable.

Para hacer música y dedicar la existencia a este arte se necesita de una personalidad muy especial. Concebir una narrativa a través de la conjugación de sonidos y silencios organizados a través de la secuencia de un pulso no es ninguna tarea trivial. Aunado a esto, se necesita de un fuerza interna muy poderosa para que día a día y a pesar de todos los obstáculos que uno encuentra en el camino, así como la crítica y en ocasiones hasta el rechazo y aún así, seguir creyendo en lo que uno hace y repetirse a uno mismo: "Esto realmente vale la pena".

No recuerdo en dónde leí alguna vez que la consciencia del ser humano es una manifestación del universo en donde éste se contempla a si mismo. Para mi, la música podría apreciarse como el lenguaje elocuente de este testimonio.

Para mi, la música es la conjugación de lo efímero y lo eterno. Es tan necesaria como la palabra, el conocimiento o más importante aún, el amor.

Reciban un fuerte abrazo donde quiera que estén.

Alex